jueves, 3 de febrero de 2011

Centro de la Congregación de las Misioneras de la Caridad en Kaolack

Uno de los días de nuestra estancia en Kaolack, hicimos una visita que nos causó gran impresión. No colgué una entrada en su momento por falta de tiempo y energía. Fuimos a visitar un centro que la congregación de las Misioneras de la Caridad (fundada por la Madre Teresa de Calcuta) que había a las afueras de la ciudad.
Una pequeña monjita de origen indio nos enseñó el centro. Allí recogían a gente sola y enferma, sin recursos para ir a otro sitio, gente mayor e impedida. En una de las habitaciones y sobre unas camas había un muchacho de 21 años pero que no aparentaba más de 15. Nos enseñó los papeles que tenía y vimos que padecía enfermedad de Crohn. Había sido operado y llevaba una bolsa de colostomía, los recambios se los facilitaban las monjas. Su aspecto de enfermo crónico contrastaba con una gran sonrisa difícil de explicar e impoble de comprender. Allí mismo había otro señor mayor escuchando una radio, con un pie vendado, nos dijeron que era diabético y que la úlcera no terminaba de curarse. La monja se quejaba que hacía mucho tiempo que ningún médico había visitado a estos enfermos y que no podían acudir al hospital debido a su falta de medios. Aunque dudo que en ningún hospital de la zona pudieran haber estado mejor atendidos que allí.
En otra de las habitaciones y encima de otro camastro otro muchacho estaba tumbado, padecía de tuberculosis ósea y tenía deformada la pierna derecha, con una herida a nivel tibial anterior. En los pasillos sentados en sillas había más gente, sobre todo personas ancianas que te apretaban las manos al pasar y que te daban las gracias por haber venido simplemente a saludarlos. Una de ellas se había quemado en brazos, piernas y tronco un mes antes. Nos enseñó sus heridas que ya no eran si no grandes cicatrices ya secas en su mayoría. Ella no tuvo reparos en ensañarnos sus heridas y contarnos cómo se las hizo.
Al final saludamos a las cuatro hermanas que había allí, tres de ellas indias y una de Senegal. Había otra española que en ese momento se encontraba fuera.
Nos impresionó mucho la visita, por un lado lo bien cuidado, limpio y atendido que estaba el centro. Sobre todo comparado con lo visto anteriormente. La sencillez y humildad de las monjas y sobre todo el sufrimiento resignado de toda aquella pobre gente. Su rostro a nuestro paso sólo reflejaban una mezcla de resignación, humanidad y agradecimiento.
Hay aún personas que se entregan desinteresadamente y completamente por los demás, por los más desgraciados entre los desgraciados.
Hay que ser conscientes que mientras nosotros vivimos nuestras cómodas y rutinarias vidas existe gente que comparte y da su tiempo con los más necesitados. Es esta la Iglesia con mayúsculas que sin duda agradaría a Jesucristo. No los olvidemos y demos aunque sea una ínfima parte de nuestro tiempo o recursos a organizaciones como ésta, independientemente de nuestras creencias.

1 comentario:

  1. Gracias Rafa por recordarnos aquella visita. Has explicado muy bien los sentimientos de aquel momento y que, al salir y cuando la emocion nos permitio hablar, comentamos que habian sido los mismos en todos los del grupo: paz, agradecimiento, manos sencillas y pobres que calman el dolor....
    Marta

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