Ya han pasado dos semanas desde que volvimos de Senegal. La rutina diaria, las guardias y la familia ocupan, como no podría ser de otra manera, casi todo nuestro tiempo. Sin embargo me sorprendo varias veces a lo largo del día recordando imágenes y experiencias vividas durante el viaje.
Quiero en estas entradas contar cosas que no he contado antes, y reflejar algunos de los sentimientos vividos en esos días.
Recuerdo el primer día que visitamos el hospital. La sensación que nos dio no fue muy buena. Estaba bastante sucio. En las habitaciones de ingreso había mucha gente en el suelo enferma, con goteros.
El "paritorio" eran una pequeña habitación de poco más de 10 metros cuadrados con dos camas, una para la dilatación y otra que donde las mujeres daban a luz. Nos impresionó ver a una mujer sola retorciéndose en una de las camas y en la de al lado otra con su bebé recién nacido, como si nada. La habitación adyacente hacía las veces de lo que aquí podríamos denominar como nido. Una cuna térmica (pero que no tenía o no funcionaba el foco de calor) donde un recién nacido de escasas horas de vida estaba "en observación". Estaba sin un foco de calor, bastante frío, aunque su vitalidad y aspecto eran buenos. Le hicimos ver con cierta delicadeza que seguramente el niño estaría mejor en el regazo de su madre.
Digo esto de la delicadeza, porque realmente es muy complicado el ir allí y establecer una comunicación que creo que debería ser entre iguales, sin parecer soberbio o chulo. Imaginaos que aquí vinieran pongamos unos americanos o de cualquier otro país, y sin conocerlos nos empezaran a decir lo mal que lo hacemos y lo que tenemos que hacer o dejar de hacer. Me imagino donde los mandaría más de uno. Al fin y al cabo ellos son los profesionales allí, y son ellos los que van a seguir allá cuando nosotros nos hallamos ido. Así que, había que ser prudentes y cuidar sobre todo las formas de decir las cosas.
Los primeros días sí que notamos, no rechazo, pero sí cierta frialdad de parte sobre todo de los dos médicos del hospital. Sin embargo creo que a los pocos días la relación cambiaron a mejor. De hecho nos enteramos a los pocos días que en realidad nuestra estancia allí iba en detrimento de ellos (los médicos), ya que por lo visto cobraban más cuanto más pacientes veían o ingresaban. Así que nosotros esos días les íbamos a quitar la "clientela" al pasar consulta de manera gratuita.
Visto desde nuestro punto de vista, esto que cuento nos puede producir rechazo, pero conociendo su realidad y la manera que tienen de verla, creo que no somos quiénes para criticarlos. Es fácil caer en la tentación de ir diciendo lo que tienen que hacer sin darse cuenta de que si no se hace con tacto, además de no servir de mucho puede ser contraproducente, ya que les hace ponerse a la defensiva.







Otro de los sentimientos fue la frustración. Por varios motivos. La primera y más evidente por no poder hacer más de lo que hacíamos. A propósito de esto recuerdo un neonato con una fisura palatina (defecto en el cierre del paladar duro). Este niño nació dos semanas antes de nosotros llegar, nada más nacer se fueron a casa. El primer día de consulta los padres lo trajeron desde su pueblo. El bebé estaba totalmente deshidratado, desnutrido y letárgico y allí presentó crisis convulsivas. La impotencia de no tener ni siquiera posibilidad de hacer una analítica con iones y de no tener más que fenobarbital para parar las crisis fue duro. Finalmente la doctora Dominique envió al niño a un hospital de Dakar, pero francamente no se si la cosa terminaría bien.
Otra experiencia similar fue la que ya conté del niño de la convulsión. A las pocas horas ya le habían dado de alta. Aquí mínimo se hubiera quedado ingresado y se hubiese hecho un TAC o resonancia y un EEG.
Otros enfermos que recuerdo fueron un niño de unos 7 u 8 años con una extrofia vesical (malformación en la que la vejiga de la orina está fuera del abdomen y se ve a simple vista), aquí se opera cuando el niño es bebé. Una niña de unos 3 años con un exoftalmos bestial, seguramente producido por un tumor retroorbitario y un niño de dos o tres años casi ciego, niños con paludismo y anemias bestiales de hasta 3 gramos de hemoglobina.